El lenguaje visual comprende tanto las señas o indicios
simples, como códigos semióticos complejos. Gracias a señas, gestos y miradas,
las personas son capaces de transmitir mensajes (emisor), que permiten al
receptor saber lo que significan sin ponerse de acuerdo. En este caso, la
interpretación de lo que dichas señales pueden significar es altamente
dependiente del contexto lingüístico (según Grice, dependen de la Pragmática
conversacional).
Por el contrario, los códigos más complejos sólo pueden ser
aprendidos y el significado no se determina por reglas exclusivamente
pragmáticas, sino que requiere el análisis de una dimensión sintagmática y una
dimensión paradigmática (como otros códigos semióticos complejos). Un ejemplo
es el análisis de los complementos de vestir, como Roland Barthes ilustra
mediante las dimensiones sintagmática y paradigmática.3 De acuerdo con este
análisis, los elementos paradigmáticos son elementos que no pueden ser
colocados en la misma parte del cuerpo, mientras que la dimensión sintagmática
es la combinación particular o yuxtaposición de elementos que pueden ser
llevados al mismo tiempo. Las señales de tráfico son otro ejemplo de lenguaje
visual en el que se combinan forma, color y simbología dibujada. Estos tres
factores juntos configuran la sintagmática: las posibles formas, los posibles
colores y la posible simbología, que pueden aparecer sintagmáticamente
combinados.
Mirada
La mirada es un aspecto importante en la comunicación no
verbal, ya que permite complementar la información verbal corroborándola o
matizando su contenido. En la mayoría de conversaciones entre seres humanos
existe un notable contacto visual, resultando anómalas las personas que no
miran demasiado a interlocutores (en niños la falta de contacto visual está
asociada frecuentemente a mentiras, distorsiones y otros hechos psicológicos
interesantes). En la comunicación pública el contacto visual muy persistente
puede provocar inquietud y nerviosismo en la persona que está hablando o el
auditorio.
Por otra parte, la mirada sirve para interactuar
y marcar los turnos de palabra en una conversación. Antes de dar una respuesta,
es frecuente desviar la mirada, dando a entender que se va a intervenir de
nuevo. El asentimiento con la mirada también es un signo frecuente que sirve
para establecer la duración del turno de palabra. Muchos de los gestos y
actitudes derivan, en muchas ocasiones, de un comportamiento inconsciente
aunque adquirido en la infancia y no innato. Los niños gradualmente aprenden a
distinguir entre una mirada burlona, una mirada de sorpresa, una mirada
desafiante, etc. Por último, el tiempo durante el cual se mantiene la mirada
puede también servir de ayuda para saber qué piensa el interlocutor. Así, una
persona insegura o nerviosa es incapaz de mantener la mirada fija en su
interlocutor durante un largo período. Además, cuando se habla
de temas personales disminuye (o incluso llega a perderse) el contacto visual.
Se ha establecido que el elogio frecuentemente atrae la mirada del elogiado.
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